Como todo lo bueno, también esta experiencia tenía que llegar a su fin. Amanecimos con una mezcla de sensaciones: la satisfacción de haber exprimido al máximo cada momento y la melancolía de saber que era hora de recoger. Las maletas estaban listas, pero aún nos quedaba un último desayuno para saborear el cierre como se merece. Así que nos dirigimos en coche a nuestro ya habitual Trenó, Coffee and Brunch. Esta vez la sensación fue distinta: ya no éramos unos clientes más, sino casi parte del mobiliario. Nos recibieron con una sonrisa y sin que tuviéramos que decir nada, ya sabían lo que íbamos a tomar. Un pequeño gesto que dice mucho y que nos hizo sentir, por un instante, como en casa.
El programa del día tenía un cierre de altura: una actividad extraescolar al aire libre, de esas que combinan naturaleza, deporte y aprendizaje. El punto de encuentro fue el embarcadero del Río Támega, a unos 25-30 minutos del instituto. Los alumnos llegaron caminando, como hacen habitualmente, sin necesidad de ser acompañados por el profesorado. Un ejemplo más del grado de autonomía con el que trabajan.
Allí, con un sol que parecía haberse puesto de acuerdo para despedirnos con buen humor, pudimos observar cómo los estudiantes se lanzaban al piragüismo y al paddle surf. No importó que más de uno acabara dándose un chapuzón involuntario: entre risas, remar y alguna que otra caída al agua, el Támega se convirtió en un aula abierta donde el aprendizaje tenía olor a río y sabor a aventura. José Alberto Calafate nos comentó que normalmente cuentan con un barco de apoyo para dar seguridad, aunque en esta ocasión no estaba operativo. Aun así, la actividad transcurrió sin incidentes, solo con chapoteos. Tuvimos tiempo de hacer un pequeño descanso y tomar un café pingado en una taberna cercana muy pintoresca.
Después de tanta actividad física, llegó el momento de reponer fuerzas. Caminamos hasta unas mesas de merendero próximas al embarcadero, donde celebramos un picnic de despedida. Fue uno de esos momentos sencillos y valiosos en los que la conversación fluye sin pretensiones, pero con mucha sustancia. Nos acompañaron muchos de los compañeros portugueses que han compartido con nosotros estos días, liderados —cómo no— por nuestras incansables anfitrionas Márcia y Madalena. Otros no pudieron estar presentes porque el trabajo no se detiene, ni siquiera cuando dos profesores del IES San Pedro de Alcántara vienen a observar. A todos ellos, presentes o no, les agradecemos su implicación, su tiempo y su generosidad.
Entre bocados, anécdotas y reflexiones cruzadas sobre nuestros sistemas educativos, fue imposible no sentir que esta experiencia ha ido mucho más allá de lo académico. Nos llevamos ideas, prácticas nuevas, inspiración, pero sobre todo nos llevamos personas. Compañeros con los que esperamos reencontrarnos en un futuro no muy lejano, para seguir aprendiendo, colaborando y compartiendo.
Nos despedimos de Marco de Canaveses con la certeza de que este viaje no termina aquí. Seguimos trabajando, seguimos aprendiendo. Y si es en buena compañía, mucho mejor. Obrigado, Portugal. Até breve.
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