Como todo lo bueno, también esta experiencia tenía que llegar a su fin. Amanecimos con una mezcla de sensaciones: la satisfacción de haber exprimido al máximo cada momento y la melancolía de saber que era hora de recoger. Las maletas estaban listas, pero aún nos quedaba un último desayuno para saborear el cierre como se merece. Así que nos dirigimos en coche a nuestro ya habitual Trenó, Coffee and Brunch. Esta vez la sensación fue distinta: ya no éramos unos clientes más, sino casi parte del mobiliario. Nos recibieron con una sonrisa y sin que tuviéramos que decir nada, ya sabían lo que íbamos a tomar. Un pequeño gesto que dice mucho y que nos hizo sentir, por un instante, como en casa. El programa del día tenía un cierre de altura: una actividad extraescolar al aire libre, de esas que combinan naturaleza, deporte y aprendizaje. El punto de encuentro fue el embarcadero del Río Támega, a unos 25-30 minutos del instituto. Los alumnos llegaron caminando, como hacen habitualmente, sin n...
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